Jueves 26 de marzo de 2020
La pandemia y la crisis sanitaria traen problemas nuevos, situaciones desconocidas para las que no tenemos respuestas automáticas.
Seguimos haciendo gestiones para colaborar con la concreción de iniciativas indispensables durante el aislamiento sanitario, como la regularización de las recetas médicas a distancia. Continuaremos colaborando y aportando ideas para que este problema sea solucionado a la brevedad.
Expresamos nuestra profunda preocupación por la negativa de algunas empresas de medicina prepaga y algunas obras sociales a reconocer el trabajo a distancia de los profesionales de la Salud Mental. Se trata de una actitud no solo discriminatoria, sino que expresa una profunda ignorancia acerca de la repercusión de la crisis sanitaria en la salud mental de la población. Exigimos una rápida reconsideración de decisiones arbitrarias e inaceptables.
Recordamos también aquí que todo el personal de salud mental que atiende pacientes en los hospitales, sanatorios, clínicas y hoteles sanitarios debe estar provisto de todas las medidas de bioseguridad necesarias para garantizar su adecuada protección, del mismo modo que todo el personal de salud.
Como asociación médica preocupada por el bien común, queremos expresar que no solo estamos interesados en colaborar con el bienestar de las personas confinadas en sus hogares durante la necesaria etapa de aislamiento sanitario, sino también por la suerte de los más frágiles de nuestra sociedad, que no tienen la suerte de tener un techo bajo el cual guardar la cuarentena, ni agua potable y jabón para lavarse las manos.
La actual pandemia pone de relieve la injusta estructura de la sociedad en la que vivimos, y nos recuerda una vez más la imperiosa necesidad de discutir en qué mundo deseamos vivir.
Por último, la defensa del hospital público y de la Salud Pública como concepto político que venimos sosteniendo desde APSA, se ve reforzada una y otra vez en estos días complejos.
La superación de la actual crisis sanitaria requiere tanto de medidas de técnica epidemiológica como de actitudes y políticas que promuevan la solidaridad y la inclusión social.
Santiago A. Levín
Presidente
Lunes 23 de marzo de 2020
Sábado 21 de marzo de 2020
Sábado 21 de marzo de 2020
Miércoles, 18 de marzo de 2020
15 de Marzo de 2020, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Lunes, 17 de febrero de 2020
Buenos Aires, 16 de enero de 2020.
Martes, 17 de diciembre de 2019
Discurso del Presidente de APSA, Dr. Santiago Levín, en la Ceremonia de Apertura del Congreso Mundial de la World Federation for Mental Health (WFMH).
Panel compuesto por profesionales de distintas partes del mundo y distintas profesiones.
Breve y contundente intervención que llevó la palabra de APSA a ese encuentro.
Comisión Directiva
Lunes, 25 de noviembre de 2019
Estamos a principios del mes de octubre de 2019, fecha en la que esta gestión de la Asociación de Psiquiatras Argentinos cumple seis meses, es decir, una cuarta parte del mandato previsto por nuestro estatuto societario.
Han sido seis meses de intenso trabajo, que nos requieren compartir una reflexión a modo de balance. Sabíamos de antemano que nos tocarían épocas agitadas, marcadas por los plazos conocidos por todos y todas, y también por la polémica y las posturas encendidas desde diferentes sectores, a veces más y a veces menos compatibles entre sí.
Es difícil comprender el contexto general, histórico y político de nuestra Salud Mental. Pero no menos difícil es comprender los matices propios de nuestro campo común. Esta dificultad viene dada por dos o tres variables independientes, que admiten todas las combinaciones posibles: la buena o mala fe, el sostenimiento de ideas sobrevaloradas que se asemejan a la adoración, y la existencia de negocios personales (los llamados kioscos) que pueden ser económicos, de simple notoriedad o tener pretensiones políticas. Podríamos agregar una cuarta variable: la posibilidad o imposibilidad, determinada desde lo profundo de un sistema de ideas, de pensar para el conjunto, para el bien común.
No nos extenderemos en esta oportunidad sobre la Ley Nacional de Salud Mental. Es una ley votada por unanimidad por ambas cámaras legislativas, y promulgada y reglamentada por el Poder Ejecutivo Nacional. Es una ley nacional, y punto. Las leyes se cumplen. Los psiquiatras perdimos allí protagonismo, no supimos estar a la altura de los tiempos, no nos supimos hacer escuchar. Faltaron interlocutores entre quienes la impulsaron, y eso se advierte claramente en el texto de la ley. Sus aspectos innecesariamente antipsiquiátricos, su redacción alejada de la clínica, su falta de consideración de las situaciones de urgencia en la que los médicos psiquiatras somos convocados en primer lugar ya han sido debidamente señalados. Estas debilidades se suman al flagrante incumplimiento del aspecto presupuestario, que convierte a la Ley 26657, en gran medida, en un texto que no logra afectar la realidad, como toda ley que no se implementa.
Será cuestión del futuro pensar qué podemos aportar los psiquiatras en una eventual reconsideración de los aspectos mal (o poco) definidos diez años atrás.
Pero la LNSM también admite ser analizada como síntoma y como productora de dicotomías engañosas al interior del campo de la Salud Mental. Un sector cuantitativamente minoritario más dotado de cierto saber para activar los mecanismos burocráticos del Estado se impuso por sobre el resto. Se trata de un sector que sostiene una rígida y excluyente idea que guía sus postulados y sus acciones: el origen de todos los males es el hospital psiquiátrico, y por lo tanto los problemas se arreglan cerrándolo. Todo lo demás pasa a segundo plano, se pospone, vendrá después. Con peregrinaciones al norte de Italia, este sector toma al psiquiatra como enemigo y llama a “militar” (sic) la ley. El apoyo y financiación de esta postura desde organismos internacionales merece un análisis por separado que no se hará en esta oportunidad pero que dejamos apuntado en el margen. Ha sido tan mencionada la injerencia de la industria farmacéutica como influencia en la tarea médica por su poderío económico que ya es hora de mencionar también en qué moneda son remunerados los funcionarios de los organismos internacionales que “militan” estas causas.
El sector opuesto, el de los psiquiatras supremacistas, es absolutamente complementario al anterior. Este grupo, también minoritario, hace negocio político —y, a veces, también económico— atacando a los psicólogos y postulando que solo el médico psiquiatra puede liderar equipos de Salud Mental. Anclado en el pasado, ciego a los cambios históricos, temeroso de perderlo todo, este grupo de colegas crispados llama al enfrentamiento constante y utiliza la estrategia de meter miedo.
Cuidado con esto, cuidado con aquello, de allá vienen los malos.
Ambas posiciones se inter-definen. Se necesitan. No existe la una sin la otra. Y han logrado mucho: han logrado acaparar la atención general, y han logrado que todos nos sintamos obligados a definirnos por unos o por otros.
Pero la opción es falsa, está basada en premisas falsas. Las falsas opciones deben ser impugnadas. Hay que señalar la trampa intrínseca a las reglas de ese juego y proponer otras. De un laberinto, decía Marechal, se sale mejor por arriba. Es así que afirmamos categóricamente que no es necesario convertirse en retrógrado para defender a la Psiquiatría, ni en antipsiquiatra para defender los derechos humanos de las personas con discapacidad mental.
Defendemos la Psiquiatría del siglo XXI, apostando a ser contemporáneos de nosotros mismos, como recomendaba Ortega y Gasset. Y defendemos los derechos humanos desde siempre, desde el inicio mismo de nuestra formación como médicos psiquiatras conmovidos por el sufrimiento humano, y dedicados a resolver los problemas de salud de las personas a las que asistimos. No somos los psiquiatras quienes nos formamos para debilitar derechos fundamentales, sino todo lo contrario.
Si hay personas viviendo en hospitales monovalentes por años, ello no responde en ningún modo a una indicación médica, ni al deseo de ningún psiquiatra, ni a un modo de funcionamiento del hospital de especialidad. Ocurre por abandono del Estado, por políticas en salud que en su negatividad así lo disponen cuando no crean alternativas, y por un retraso cultural fenomenal de toda una sociedad en la comprensión del fenómeno mental y de la cualidad de sujetos, de ciudadanos y ciudadanas, de las personas con enfermedades mentales. Aprovechar las situaciones de abandono, de trato miserable, de marginación, para atacar a la Psiquiatría en su conjunto constituye una canallada que solo puede obedecer a intereses particulares y ajenos al interés genuino en la vida de quienes sufren, como señalábamos más arriba.
Hay otra falsa opción: o monovalentes o atención de base comunitaria. Volvemos a impugnar esta falsa disyunción y decimos: sí a ambas. Sí al hospital especializado, sí a la red de base comunitaria, y sí a la atención de Salud Mental y Psiquiatría, con internación, en el hospital polivalente.
Desconocer la importancia del dispositivo especializado de internación —verdadera terapia intensiva en Psiquiatría— es desconocer la real dimensión de la urgencia y de las situaciones de mayor gravedad. Y es desconocer también que estos pacientes son rechazados en los demás espacios del sistema sin ser admitidos ni en los dispositivos ambulatorios ni en los hospitales generales, que carecen de las condiciones mínimas de personal, de seguridad y de capacitación para recibirlos.
Mientras unos repiten como mantra un discurso fotocopiado de otras latitudes, centenares de psiquiatras argentinos se desesperan por encontrar una cama de internación para resolver una situación de urgencia que no admite demora. Mientras algunos funcionarios nacionales se apresuran a publicar resoluciones y guías en el Boletín Oficial —con una narrativa entre ficcional y antipsiquiátrica—, en noviembre de 2018, mil pacientes de Psiquiatría del Hospital Posadas (Haedo, provincia de Buenos Aires) se quedaron sin tratamiento y sin medicación, por el despido de la mitad de los psiquiatras del servicio. ¿Dónde están hoy, casi un año después, esas mil personas, esas mil familias? ¿No es lógica manicomial ese abandono? ¿Qué ha sido de sus evoluciones, de sus lazos, de sus trabajos? ¿Cuántos permanecerán hoy con vida? Con este desgarrador ejemplo queda claro que la pretendida “desmanicomialización” esconde, no pocas veces, el simple desmantelamiento de la Salud Pública.
La adoración de la experiencia de Trieste, despojada de su contexto histórico y político, tiene también otras consecuencias. Arroja al olvido una rica historia nacional, anterior al golpe militar de 1976, que da cuenta de la existencia de hospitales abiertos a la comunidad, de la creación de los primeros hospitales de día del continente, de los tratamientos grupales gratuitos y sistemáticos, de los grupos para el tratamiento del alcoholismo en el hospital público, de los trabajos de prevención en las salas de espera, de la internación conjunta de los niños con sus madres o sus padres, introducida por Florencio Escardó, de la experiencia del Lanús, con Mauricio Goldenberg a la cabeza… y un larguísimo etcétera que nos coloca, históricamente, muy alejados de la imagen de encerradores empedernidos, o de medicadores punitivistas. Quienes atacan a los psiquiatras como colectivo saben que la mayoría de esa historia fue escrita por psiquiatras. Quienes azuzan el miedo y las posiciones paranoides desde el campo propio saben también que en su accionar reniegan de esa historia. Bien sabemos a dónde conduce la desmemoria.
¿Quedan aún dispositivos manicomiales en nuestro país, en ámbitos públicos o privados? Pues deberían ser desactivados y reconvertidos inmediatamente. Y la dirección del reclamo no es hacia los psiquiatras sino hacia el Estado como representante del interés común. Ha llegado a nuestro conocimiento —la fuente solicitó fuertemente mantener el anonimato— que varios pacientes dados de alta este año de un importante hospital especializado regresan al día siguiente… ¡a almorzar! Se las ingenian para sortear los obstáculos al ingreso (muros, personal de seguridad) y entran al hospital monovalente a conseguir lo que no se consigue afuera: un plato de comida caliente. ¿Dónde está —nos preguntamos— el manicomio en ese caso, afuera o adentro?
No va a existir jamás un sistema justo y democrático de atención de la Salud Mental en un contexto social y político que no sea, en sí mismo, justo y democrático. Por ese motivo creemos que solo en el marco del ideal de la Salud Pública es posible pensar en un sistema que tome en cuenta todas las necesidades a cubrir: desde la prevención y la educación para la salud, hasta la atención de los cuadros más severos en los peores momentos de su evolución.
Continuaremos reclamando una política de salud que incluya a la Salud Mental, enmarcada en un programa de Salud Pública. Continuaremos trabajando para reclamar condiciones dignas para todos los trabajadores de la salud de nuestro país. Continuaremos abogando por una mejora en la formación del personal de salud, en la que la Psiquiatría y la Salud Mental tengan el peso específico que corresponde a una epidemiología cada día más preocupante.
Continuaremos, también, alejados de todo discurso fanático, acercando posiciones entre profesiones del campo de la Salud Mental, con la condición de que se dialogue sin ataques y sin posicionamientos antipsiquiátricos. Continuaremos rechazando documentos oficiales en los que el psiquiatra es reemplazado por cualquier otro médico de cualquier otra formación, como si la formación del psiquiatra no fuera específica ni esencial, en un claro ataque a la especialidad disfrazado de falso pragmatismo sanitario.
Muchos jóvenes psiquiatras han caído en la falsa opción entre el psiquiatra retrógrado, crispado y a la defensiva, y la postura antipsiquiátrica parapetada detrás de la defensa de los derechos humanos. La falta de una postura clara, abierta y protagónica en los últimos años, rechazando de plano esta falsa opción, completa la encerrona en la que estos jóvenes colegas se encuentran hoy por hoy. Ya se ha dicho muchas veces: falta una generación en nuestro país. En este caso, una generación de psiquiatras.
Es tarea de los psiquiatras que hoy pertenecemos a la generación intermedia intentar cubrir esa falta y unir a una generación anterior con la que nos sigue a nosotros. A la anterior le pedimos que nos transmita aquella experiencia tronchada por la dictadura, una experiencia rica en interdisciplina, trabajo comunitario, producción teórica y práctica clínica, investigación, compromiso. A la generación que sigue le decimos que la Psiquiatría es una especialidad apasionante, honesta y comprometida, donde las ciencias naturales se dan la mano con las humanas. Les decimos también que se puede estar en contra de la lógica manicomial y estar a favor del hospital de especialidad; que se puede defender el hospital especializado y también un enfoque comunitario amplio y universal de atención de la salud; que se puede defender a la Psiquiatría de los ataques malintencionados sin convertirnos nosotros mismos en atacantes de otras profesiones y de otras especialidades médicas imprescindibles para la atención integral de la salud.
Es hora de salir de las falsas opciones.
Es hora de abrir el diálogo.
Es hora de hablar de Salud Pública.
Santiago Levín
Presidente
APSA
PRIMER ENCUENTRO DE APSA CON ASOCIACIONES MÉDICAS
El pasado viernes 18 de octubre recibimos en APSA (a varias asociaciones médicas, concretando un viejo anhelo. De un listado inicial más extenso, varias asociaciones se excusaron por no poder estar en esta oportunidad (congresos, compromisos previos) y mostraron interés en un nuevo encuentro.
Estuvieron presentes, junto a socios de APSA, representantes de la Asociación Argentina de Cirugía (AAC), la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD), la Academia de Dermatología y Psiquiatría Argentina (ADEPSI), la Sociedad Argentina de Oftalmología (SAO), la Asociación Médica Argentina (AMA), la Sociedad Argentina de Radiología (SAR), la Asociacón Argentina de Psiquiatría Infanto Juvenil (AAPI), y la Asociación de Medicina del Sueño(AAMS).
Gracias, en nombre de APSA (Asociación de Psiquiatras Argentinos) por invitarme a estas Jornadas, que han sido llamadas “Psiquiatría del siglo XXI, nuevos desafíos”.
Hemos expresado en un documento reciente nuestra preocupación al advertir que nuestra especialidad, quinta especialidad básica de la Medicina, viene recibiendo desde hace largo tiempo ataques provenientes de diferentes sectores. La Psiquiatría de inicios del siglo XXI pareciera hallarse bajo un permanente escrutinio, no pocas veces conducido por la mala fe. La Ley 26657, sancionada en 2010 y reglamentada en 2013, ha sido utilizada para profundizar esta situación. Mal consensuada, con una letra final que dejó de lado la complejidad de las cuestiones de salud puestas en juego, esta ley no ha dejado de producir síntomas en el campo de la Salud Mental. Menciono algunos: la constante discusión sobre algunos de sus aspectos, el desconocimiento de situaciones graves que quedan fuera de consideración y la ausencia de financiación que al menos hubiese permitido plasmar sus aspectos positivos. Es una ley sin financiación. Es una ley sin clínica. Tiene pasajes directamente antipsiquiátricos, como el famoso artículo 12.
Y a pesar de todo esto, es una ley nacional.
Es necesario, entonces, reconocer que los psiquiatras hemos sido poco eficaces a la hora de comunicar nuestros puntos de vista y nuestras opiniones técnicas en estos últimos años. Por motivos que habrá que discutir, no supimos hacernos escuchar. Hemos reaccionado de modo desordenado, inorgánico, y en ocasiones con una innecesaria inquina hacia nuestros compañeros de otras profesiones del campo de la Salud Mental, con quienes compartimos la tarea diaria en los hospitales, las obras sociales y los institutos privados y nuestros consultorios.
Existe un nuevo sector empoderado por la LNSM: el de los saludmentalistas fanáticos, que creen que cerrando hospitales y pulverizando ladrillos se avanza vaya a saber en qué tipo de proyecto. Un sector, repito, pequeño, pero muy eficiente, que se ha dedicado a atacar a la Psiquiatría y a los psiquiatras con argumentos disfrazados de derechos humanos. Ellos vendrían a ser los héroes de una novela épica, defensores de los derechos de los discapacitados; nosotros, los psiquiatras, los malvados que buscan el encierro y el abandono del paciente psiquiátrico. Hemos dedicado tiempo a caracterizar a este sector, minoritario pero muy poderoso si se lo juzga por sus efectos políticos.
Pero hemos dedicado poco tiempo a reflexionar sobre nosotros mismos.
También existe, y hay que decirlo, un sector minoritario dentro de los psiquiatras que exhibe un fundamentalismo no menor al recién mencionado, pero de signo opuesto. Un pequeño grupo que sostiene ideas del siglo XIX, que no desea el dialogo sino el ataque, y que no pareciera pensar en el paciente ni en los colegas sino en la salvaguarda de discutibles glorias pasadas.
Esa postura recién descrita no representa, afortunadamente, a la gran mayoría de los psiquiatras contemporáneos. En estos años, los psiquiatras argentinos fuimos comprendiendo algunas cosas. Fuimos comprendiendo, ante todo, que el camino del enfrentamiento y de la inflexibilidad no conduce más que al empobrecimiento de todos los sectores participantes. Volvimos a tener dolorosamente presente que el desconocimiento de parte de la compleja realidad de nuestro campo de intervención empobrece la discusión y las propuestas.
Comprendimos también que la falta de consenso, la lucha de egos, los reduccionismos de cualquier especie, nos alejan cada día más de la construcción de una alternativa justa y democrática enmarcada en el ideal de la Salud Pública.
Estamos convencidos de que el territorio de encuentro, para hablar de Psiquiatría y Salud Mental, debe ser el de la Salud Pública. Y desde ese lugar, es decir, desde la concepción de que la salud es un derecho y que debe estar garantizado para todos los habitantes del país, es que decimos:
Buenos Aires, 6 de agosto de 2019
En días recientes se dio a conocer el resultado de un muy anunciado "censo de personas internadas por motivos de salud mental", realizado por la Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación (ex Ministerio de Salud) y la Organización Panamericana de la Salud entre los años 2018 y 2019.
Esta Asociación desea expresar su más enérgica protesta frente a lo que considera un lamentable acto de manipulación de la opinión pública. La imposibilidad de conocer minuciosamente la metodología empleada, la modalidad de presentación de los que se mencionan como "resultados preliminares" o "principales resultados", y el tono empleado en la presentación por parte de los funcionarios públicos tornan inaceptables los datos publicados.
Los cuestionables datos obtenidos fueron presentados de un modo que distorsiona la realidad y genera temor entre los usuarios del sistema de salud.
Solo a modo de ejemplo, y a la espera de un análisis más profundo cuando los datos del censo y la metodología a partir de la cual se los produjo se publiquen —una inexplicable urgencia oficial por dar a conocer el censo soslayó la indispensable publicación de la base de datos sobre la que se realiza el estudio—, mencionamos algunos puntos que consideramos urgentes:
El reduccionismo es una operación intelectual que se tramita en dos tiempos. Primero, se descompone un fenómeno complejo en sus partes integrantes; segundo, se selecciona uno solo de ellos y se soslayan los demás. El resultado final es una visión sesgada, empobrecida e insuficiente. Cuando se acompaña de arrogancia, emerge en el reduccionista el regocijo de estar frente al fenómeno en su verdadera plenitud, a pesar de estar viendo solo uno solo de sus componentes.
Cierto grado de reduccionismo es aceptable, afirman los epistemólogos, en un modelo de investigación. Y es cierto: puestos a modelar, elegimos unos aspectos y “congelamos” otros, ceteris paribus, para aislar y analizar a los primeros. Es un artilugio permitido en el laboratorio.
Pero no en la clínica.
Los tres enfoques reduccionistas más frecuentes en nuestro entorno son el biológico, el psicológico y el sociológico. No requieren mayor análisis en esta comunicación. Podríamos agregar dos nuevos candidatos: el juridicismo (tendencia a reducir la complejidad de la Salud Mental a la tutela de derechos, por fundamentales que fueren), y el ideologismo (convicción de que el elemento central es la defensa de una o dos consignas ideológicas, por bienintencionadas que estas sean).
Hemos asistido en estas últimas semanas a notables ejemplos de todos los enfoques reduccionistas mencionados. Desde un escrito oficial en el que se aventura que las cuatro áreas centrales (sic) de la Salud Mental de los próximos cincuenta años serán exclusivamente neurobiológicas, hasta otro, también oficial pero de origen diferente, que asegura que los componentes de la salud mental son los “sociales, económicos y culturales”, olvidando mencionar que existen la biología y la psicología.
Sabemos de sobra que estos deslizamientos nada tienen de ingenuos. No son el producto de la falta de información ni de un camino intelectual honesto pero equivocado: son estrategias políticas tendientes a llevar agua a molinos propios, sean estos corporativos, académicos o burocráticos, pero que claramente no coinciden con el interés público.
Como médicos psiquiatras comprometidos con la Salud Pública, como Asociación formadora de psiquiatras y como profesionales dedicados a la clínica, hacemos un llamado a todos nuestros colegas a reflexionar sobre las categorías puestas en juego al pensar la mente, el cerebro, el ser humano, la sociedad y la salud.
Son varios los compromisos que fundamentan nuestra ética. Ya hablamos en un escrito anterior sobre el compromiso con la Salud Pública, como instrumento político en la construcción de una verdadera democracia sanitaria. Hoy agregamos el compromiso con un pensamiento complejo, anti reduccionista, en permanente diálogo interno y externo, que no cese de revisar y poner en tensión las teorías que ponemos en juego en nuestra práctica. Porque solo con un pensamiento de tal riqueza podremos construir un modelo holístico, antropológico, de atención de la salud.
Somos cuerpo, cerebro, historia, subjetividad, psiquismo, sociedad, política, cultura.
Somos APSA.
Buenos Aires, 25 de julio de 2019.
Comisión Directiva
El dia 1º de julio se llevo a cabo la segunda reunión en lo que va del año del Consejo Consultivo Honorario de Salud Mental y Adicciones de la DNSMyA, que APSA integra para el período 2019-2023.
El Consejo consultivo es un espacio institucional previsto en el Decreto nro 603 del 28 de mayo de 2013 con la misión de formular propuestas sobre la aplicación de la Ley nacional de Salud Nental 26657. Allí convergen sindicatos, asociaciones y colegios profesionales, organizaciones de usuarios y familiares, organismos de derechos humanos y espacios académicos del campo de la Salud Mental y las adicciones.
En representación de APSA asistió el presidente de la Asociación, Dr Santiago Levin.
Así la presencia de APSA, en un ámbito de interlocución formal con una dependencia del Poder ejecutivo nacional, permitirá hacer concreta la trasmisión de la perspectiva clínica y de salud pública propia de APSA referida a las políticas públicas en Salud Mental vigentes, así como la preocupación ya manifestada por otros medios sobre la situación actual de las mismas.
El listado de socios de nuestra Asociación requiere de una revisión que contribuya a mantenerlo actualizado. Por tal motivo, se ha decidido dar de baja de la nómina de asociados a aquellos que registren deuda de cuotas sociales mayor a 10 años.
Para ello, se establecerá un mecanismo que se comunicará oportunamente a todos los asociados con suficiente antelación, para que el socio que estuviera en situación de morosidad tan prolongada pueda actualizarse si así lo desea, cancelando su deuda.
Debido a necesidades presupuestarias, entre ellas la fuerte inversión que exigió la ampliación del edificio sede, comisiones directivas anteriores evitaron la aplicación del art. 10 del Estatuto Social, permitiendo que todo socio moroso, cualquiera fuera su deuda, pudiera participar de las asambleas, ser candidato a cargos electivos y votar, pagando solo las cuotas correspondientes al último año calendario anterior a la celebración de la asamblea.
Si bien este criterio permitió un refuerzo financiero extra que facilitó el equilibrio de las cuentas de la entidad y la finalización en tiempo y forma de la obra de ampliación de la sede, en la fecha la entidad ha logrado la autofinanciación, lo que permite prescindir de un recurso que, si bien no era ilegítimo, producía una distorsión en el trato de los socios que cumplen con el pago puntual de las cuotas sociales respecto de aquellos que solo cumplen tal obligación con el propósito de participar en las asambleas.
El Estatuto de APSA está permanentemente a disposición de los Socios en: Ver Estatuto.
Se informará oportunamente el mecanismo de actualización y regularización del Listado de Socios, que se ajustará en su letra al actual artículo 10 de nuestro estatuto Social.
Comisión Directiva
APSA
El día 10 de junio el Presidente de APSA, Dr. Levin, el Vicepresidente Dr. Vilapriño y la Secretaria Dra. Luguercho, fueron recibidos en la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones por el Director Nacional Lic. Grasso y su equipo colaborador.
La reunión transcurrió en buenos términos y APSA pudo expresar su postura en relación a los problemas que preocupan a los psiquiatras y trabajadores de la salud, así como la preocupación por la realidad socio sanitaria del país.
Asimismo informamos que la Asociación llevó una carta dirigida al Sr. Secretario de Salud de la Nación, Dr. Rubinstein, que fue presentada en Mesa de Entradas de la Secretaría de Salud de la Nación y que ponemos en conocimiento de los socios y socias en este mismo Boletín.
Puede descargar la copia de la carta entregada: Click ACÁ
Buenos Aires, 24 de mayo de 2019
Ponemos a su disposición un Documento elaborado por la Comisión Directiva respecto a la temática indicada en el título.
Comisión Directiva
APSA
Puede descargar el Documento completo (7 páginas) en formato PDF: Click ACÁ
En referencia a las “Pautas para la Organización y Funcionamiento de Dispositivos de Salud Mental” (Resolución 715/2019), publicado por la Secretaría de Salud de la Nación el viernes 26/4/19 en el Boletín Oficial de la República Argentina, la Comisión Directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) desea compartir con los colegas de la Asociación y con la comunidad en general algunas reflexiones:
Esta Asociación siempre ha estado (y continuará estando) dispuesta a colaborar con el diseño de políticas públicas en materia de Salud Mental, tal como marca nuestro Estatuto. Denunciar la ausencia o insuficiencia de dichas políticas forma parte del mismo compromiso institucional.
Buenos Aires, 5 de mayo de 2019.
Comisión Directiva
APSA